No sé en qué
momento me dormí, pero cuando desperté está sola. Mire hacia afuera y se notaba
que el sol estaba en el punto más alto, quizás eran las 12 o las 2. Me estaba
estirando cuando abrieron la puerta y apareció a quien menos quería ver. Me volví
a acostar y me tape hasta arriba. Escuche el pestillo y sentí como la cama se hundía
al mismo tiempo que una mano se colocaba sobre mi cuerpo.
-Lo siento.
No le iba a
hablar. Me reusaba a darle en el gusto.
-Sé que
estas molesta por lo de Amanda. Y de verdad lo siento. No debí comportarme así.
No te voy a contestar. Cante en mi cabeza. Podía ser muy
infantil cuando me lo proponía.
-Al… sé que
no me he comportado… como lo hacía antes de que te lastimaran la mano. Me volví
menos cariñosa y más sobreprotectora. Entiendo que te ahogara pero realmente
sentía que era mi culpa, de hecho aún lo siento. Sé que no llevamos mucho de
conocernos pero lo que te dije aquella vez en la habitación de tu hermana,
mientras limpiábamos es verdad. Me
gustas y te amo.
-No lo
parece. Que fácil desvías la mirada frente a una chica más guapa que yo –apenas
me destape un poco los ojos. Quería que viera que estaba molesta.
-Sí, es
guapa. Pero no más que tú.
-No me
vengas con tonterías, Val. Te gusta y no te culpo. Tiene un cuerpo realmente
bonito –me iba a tapar nuevamente, pero pronto me vi sin ningún escudo.
-El tuyo es más
lindo.
-Lo dices
para que no te haga dormir con los necrófagos.
-¿Y si fuera
si… aun dormiría con ellos?
-Muérete
–tome una almohada y se la arroje.
-Por ti.
De pronto me
vi acorralada por el cuerpo de Val y sus brazos. La mire molesta. No iba a dar
mi brazo a torcer tan fácil. Fácilmente coloque mi rodilla a la altura de tu
abdomen y la golpee. Mientras se retorcía del dolor yo salí de su agarre y me
coloque de pie.
-Se te
olvida que hice defensa personal, Val.
-¿Qué tengo
que hacer para que me creas?
-¡Quiero que
dejes de mirarme con lástima!
Fue como si
se le hubiera olvidado que le dolía el golpe –que por cierto no había sido tan
fuerte–. Quería salir de la habitación pero ella me tomo del brazo.
-¿Te miro
con lastima?
-Lo haces.
Además de culpa. Me he cansado de decirte que no fue culpa tuya que esto pasara
–le mostré la cicatriz que me había quedado en el brazo –Volví a sentir, puedo
mover mis dedos y aunque me cuesta tomar las cosas eso no significa que soy una
inútil.
-Nunca pensé
que lo fueras.
-Pero no
dejas de torturarte. No duermes, no comes sino estoy contigo… ¿acaso recuerdas
la última vez que me besaste? Porque yo no puedo recordarlo.
Era verdad.
Desde que había comenzado con mi rehabilitación había estado más con Alex y
Jack que con Val. Las únicas oportunidades en que la veía eran cuando teníamos
que dormir, nos tocaba la guardia o comíamos todos juntos. Había llegado al
punto de pensar de que solo estaba conmigo en esas ocasiones porque no tenía
opción o porque ya era costumbre, pero me reusaba a ser una rutina.
Sentí como
su agarre se hacía débil, así que de un jalón me solté y salí de la habitación.
Sentía como las lágrimas corrían por mis ojos. Dios, de verdad no pensé que
lloraría por alguien que quizás no valía la pena.
Baje las
escaleras y llegue hasta la puerta principal, ahí se encontraba la 9mm de mi
papá dentro de su funda de cuero. La tome y salí corriendo de ahí, hasta me
había saltado la verja para no perder el tiempo en abrirla. Corrí hasta la
entrada principal, recién ahí recupere un poco de aire, estaba apoyada sobre
mis rodillas tratando de respirar. De forma inconsciente fije la mirada en
aquella cicatriz que había sido la causante de todo esto. Apreté la mandíbula y
seque mis lágrimas.
-Necesito
despejarme.
Salte la
gran verja sin siquiera preocuparme por si había alguien que estuviera
observando. No me importó. Una vez que estuve fuera tome cobertura. No había
necrófagos muy cerca, así que estaba a salvo –de ellos al menos–. Corrí calle
arriba donde encontré un gran árbol caído. Quite algunas ramas y encontré mi
pequeño secreto: una Honda R3. La había encontrado hace unas semanas atrás y la
había reparado dentro de mis nulos conocimientos de mecánica. Había aprendido a
conducirla gracias a un ex novio de mi hermana Roseta. Me coloque un casco que
había encontrado en una de las excursiones e hice que el motor rugiera, eso
hizo que los necrófagos de los patios se volvieran locos y los que estaban
cerca comenzaran a caminar hasta donde estaba la fuente del ruido, ósea donde
estaba yo. Mantuve apretado el freno mientras aceleraba causando que derrapara
un poco, cuando vi que una de esas cosas estaba cerca levante rueda y aceleré. Recorrí
las deprimentes calles haciendo el mayor ruido que podía; forzaba el motor a
rugir, derrapaba en las esquinas llevándome algunos necrófagos conmigo, frenaba
de golpe solo para volver a levantar rueda: pero no bastaba. Normalmente no nos
alejábamos mucho pero necesitaba tramo, quería acelerar lo que más pudiera. Me
había detenido en una esquina solo para poder ubicarme, estaba en la
intersección de Cruz con Bandera, si seguía por Bandera llegaría a la
autopista.
-Espero que
haya espacio suficiente.
Acelere de 0
a 120 en menos de 1 minuto, maniobre para quitarme a algunos necrófagos y
automóviles que estaban en el medio. Cuando llegue a mi destino note que tenía
suerte: solo una pista estaba colapsada en vehículos, seguramente trataron de
escapar de la cuidad, la otra tenia uno que otro auto pero era perfecto para lo
que quería. Me quite el casco y lo coloque en la parte de atrás de la
motocicleta, quería sentir el viento y la adrenalina a tope. Tenía el cabello
suelto y era algo que agradecía: quería olvidar todo y solo sentir la libertad.
-Si muero
ahora por lo menos me sentiré bien conmigo misma. ¡JODETE VAL! ¡QUE SE JODA
TODO EL MUNDO! –volví a levantar rueda y acelere a lo que me daba el motor.
Sentía un zumbido en los oídos por el viento y la velocidad, pero se sentía tan
¡bien!
Debí estar
al menos unas 3 horas yendo de un tramo a otro, por suerte en todo ese tiempo
los necrófagos no me molestaron, los muy idiotas se tiraban de una gran altura
solo para romperse el cuello y cuando llegaban a estar cerca solo recibían un
tiro por mi parte. Finalmente detuve mi infantil arrebato de ira y me baje de
la motocicleta. Busque en mis bolsillos hasta que di con un objeto cuadrado: la
antigua cigarrera de mi abuelo. Aproximadamente, desde los 14 ya fumaba, pero
no lo había hecho en mucho tiempo. Tome mi viejo Zippo y encendí el tabaco. La
primera calada fue tan relajante. Me senté en el suelo con el arma de mi papá
en mi mano izquierda –mí ahora, mano diestra–. No quiero volver. Y no quería, Alex seguramente estaba como
energúmena, no había sido silenciosa a decir verdad y había desobedecido
absolutamente todos los protocolos que YO MISMA HABIA IMPUESTO.
-Seguramente
Alex me va a matar cuando llegue a casa –pronto mis pensamiento tomaron otro
rumbo: Val –Quizás este preocupada también… ¡pues que se preocupe! Así tendrá
una verdadera razón para sentir culpa –volví a inhalar de la adictiva nicotina
–Me pregunto… ¿estará bien seguir viviendo? Quiero decir… ¿hay alguna razón
para vivir? –trate de pensar en alguna razón poderosa para continuar con vida.
Mis padres habían muerto, la que consideraba mi novia simplemente no la
entiendo –aunque no recordaba que me lo hubiera pedido–.
Mi
mente era un manojo de ideas y recuerdos, llegue a rememorar la vez que en el
supermercado estuve a punto de morir y las palabras de val retumbaban en mi
cabeza “¡Qué hago yo sin ti! ¡¿DIME?!”. Ahora
esa pregunta estaba en mi mente “¿Qué hago yo sin ella?”. Sin darme cuenta el
cigarro se había terminado por consumir solo, así que lo lance lejos y sobre la
misma prendí otro.
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